Camino Primitivo. Etapa 8. A Fonsagrada - O Cádavo. 24 km.
La primera etapa íntegramente gallega es un sube y baja constante por paisajes muy diversos, y deja en la memoria del peregrino varios momentos inolvidables.
Esta es la crónica de la octava jornada recorriendo el Camino Primitivo a Santiago de Compostela. Puedes consultar los posts del resto de etapas. Suscríbete gratis para recibir las publicaciones en tu email y no perderte ninguna. Si te gusta el blog y quieres apoyarlo puedes hacerlo invitándome a un café. ¡Gracias por leer!
Amanece en A Fonsagrada (Lugo) donde he dormido por segunda noche. He pernoctado en el Hostal Cantábrico, un albergue privado, puesto que no es posible dormir dos noches seguidas en el público. Ha sido una estancia cómoda y tranquila; la habitación de cuatro literas que tenía para mí solo era cálida y se estaba muy a gusto.
Ayer fue un día de descanso en mi Camino Primitivo. La primera semana ha sido muy intensa. A la dificultad propia de esta ruta se han sumado las inclemencias del tiempo (aún es invierno) y al llegar a esta primera parada en Galicia me encontraba muy fatigado, por lo que decidí hacer una pausa. Además no tengo prisa por llegar a Santiago, dispongo de tiempo, y no tiene sentido sufrir por hacer todo el viaje de un tirón.
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Por la mañana le comuniqué mi decisión a Jaime. Me comentó que igual una vez que me pusiera en marcha me encontraría mejor, pero no insistió demasiado. Cada uno debe realizar su propio Camino, a su ritmo. Él continúa ya que tiene los días justos para llegar a Santiago. Nos despedimos con un abrazo. Apenas hemos compartido un puñado de ratos y una etapa pero es curioso cómo el Camino consigue unir a las personas en muy poco tiempo. Siempre nos quedará Hospitales.
Dediqué el resto del día a conocer el pueblo, comprar provisiones y pasear, para no hacer un parón por completo y que al día siguiente cueste más retomar la caminata. A Fonsagrada tiene unos 3000 habitantes y además de la iglesia Santa María, se pueden ver un par de fuentes de piedra antiguas (una de ellas la que da nombre al pueblo) y un parque. Está a 950 metros de altitud así que la climatología debe ser bastante dura, sobre todo en invierno.
De A Fonsagrada al Hospital de Montouto
Es 12 de marzo de 2024. Tras desayunar bien en un céntrico bar me pongo en marcha hacia las 09:30 de la mañana.
Ha amanecido un día radiante, totalmente despejado. El Camino me lleva a salir del pueblo por la parte sur. La altitud permite estar por encima de las nubes que cubren el valle esta mañana, más abajo. Es una imagen siempre bonita.
A los pocos minutos, caminando junto a la carretera, la etapa me da la primera grata sorpresa. La neblina y la luz inclinada del sol, que aún está bajo, forman un efecto que había visto en fotos pero nunca en vivo: un arco iris blanco. Además mi sombra aparece justo en el centro y por encima de la cabeza de la misma se forma otro pequeño halo. El arco iris blanco se forma cuando las gotas en suspensión son tan pequeñas que impiden que los rayos de luz dividan los colores. Un fenómeno precioso y difícil de contemplar que fotografío sin perder un segundo.
Tras este memorable comienzo continúo la ruta, la cuál sigue por la carretera durante un rato hasta llegar a O Padrón donde ya se interna por pistas, aunque hay que volver a cruzar y descruzar el asfalto varias veces. Es una zona de pinares en la cuál parece que han hecho algunas talas recientemente.
El paisaje es algo más llano que en jornadas anteriores. Galicia ya será muy diferente a Asturias en ese sentido aunque todavía quedan un buen puñado de cuestas por subir. Desde Vilardongo, de hecho, el camino empieza a ascender poco a poco. Paso junto a un prado con numerosas vacas echadas en la hierba. A lo lejos, la niebla sigue cubriendo las zonas más bajas y me encuentro ante otra bella estampa bucólica. Me tomo un breve descanso para hacer como las vacas y disfrutar del sol de la mañana.
Se continúa con algún sube y baja, pero ganando altitud de forma bastante tendida, sin grandes inclinaciones. La pista, que es amplia y cómoda en todo momento, se introduce durante un tramo por una zona de bosque, con partes que están empedradas para evitar que se forme barro. Observo algunas colmenas en las proximidades así que por esta zona se debe de producir miel. Y un poco más arriba se vuelve a despejar la vista, permitiendo una estupenda panorámica.
Último repecho y llego a la parte más alta del monte, donde también hay instalados aerogeneradores, y donde se ubican los restos del Hospital de Montouto, del siglo XVII. Parece bien conservado, al menos en comparación con otros de los que se encuentran en el Camino.
Descanso durante unos minutos sentado en un banco de piedra como habrán hecho miles de peregrinos a lo largo de los siglos. Se ve desde aquí otra bonita panorámica y es un lugar que transmite serenidad. Al lado del hospital hay una capilla y me enteraré después que cerca se encuentra también un dolmen.
Del Hospital de Montouto a A Lastra
Son ya las 12 del mediodía, otra vez me lo estoy tomando con calma. Retomo la marcha y comienzo una larguísima pero cómoda bajada de unos 5 km que me llevará más de una hora, hasta llegar a Paradavella. Este tramo ofrece amplias vistas hacia los valles al oeste y me encuentro por el camino a algunas personas haciendo trabajos forestales.
Saliendo del pueblo se vuelve de nuevo a ascender por una senda pero antes hago otro descanso. Noto ya un poco los kilómetros acumulados. Con el transcurso de las etapas, y a pesar del día de asueto de ayer, creo que los pies me empiezan a doler cada vez más pronto.
Comienzo a subir y al poco rato me cruzo con un hombre junto a un pequeño riachuelo que baja con fuerza de la ladera. Se interesa por mi Camino, desde dónde vengo, hasta dónde voy a ir hoy... Muchas personas lo hacen y en general la gente con la que me encuentro es muy agradable. Él va a arreglar alguna tubería junto al riachuelo porque es de donde cogen el agua y al parecer no les llega bien a las casas.
El camino sigue subiendo, convirtiéndose a ratos en un senderito. Hay algunos abetos y se puede contemplar una gran panorámica con montañas nevadas a lo lejos. Toda esta parte se parece mucho a Asturias todavía en lo que se refiere a la espectacularidad del paisaje.
Hace calor y necesito quitarme ropa. Me quedo en camiseta de manga corta, creo que por primera vez en lo que va de viaje. Al no tener demasiado espacio en la mochila llevo varias prendas colgando de la mochila y la chaqueta atada a la cintura. Y pensar que apenas hace 48 horas me encontraba caminando entre la nieve del puerto de El Acebo.
La ruta vuelve a cruzar la carretera, posiblemente sea el día en que más veces hay que hacerlo, y después desciende ligeramente hasta alcanzar la pequeña aldea de O Couto. Se transita entre hayedos y prados, hay que saltar varios riachuelos.. toda esta zona es muy bonita y el día está perfecto para caminar.
A partir O Couto comienza una subida con mucha pendiente, a la que llaman cuesta “del sapo”. Son unos 900 metros en los cuales se ascienden unos 150 de desnivel, una de las más pronunciadas y temidas de todo el Camino Primitivo. Un “sapo” que cuesta tragar a estas alturas. No obstante, después de lo que uno ha pasado ya, no se me hace tan dura y poquito a poco alcanzo el final y llego a la localidad de A Lastra.
En este pequeño pueblo hago una parada para comer en el Bar Xestoso, junto a la carretera. Jaime me lo ha recomendado por Whatsapp (comió ayer aquí un rico caldo gallego) y yo ya había leído algo sobre este sitio en internet. Parece ser relativamente famoso entre los peregrinos, sobre todo porque después del esfuerzo de la cuesta del sapo es lo primero que te encuentras. Se trata de un pequeño bar-colmado, muy modesto, con una gran mesa cubierta de hule. Me atiende una mujer un tanto huraña. Al principio me dice que no hay nada para comer pero luego me ofrece sopa o arroz (nada de caldo). Elijo el arroz y escucho como en la cocina lo recalienta en el microondas. El plato no es gran cosa pero, en estas circunstancias, lo devoro como si fuera la mejor paella recién hecha.
De A Lastra a O Cádavo
Antes de partir de A Lastra disfruto de las preciosas vistas que hay desde aquí, con montañas nevadas en el horizonte. Es un pueblo con mucho encanto en el que hay algunas construcciones que parecen muy antiguas.
Toca seguir ascendiendo. De hecho queda todavía un buen tramo hasta llegar al alto de A Fontaneira. En 2 km se sube desde los 800 a los 950 m de altitud aproximadamente. Aunque la pendiente no es tan pronunciada se empieza a hacer un poco duro, son ya casi 20 km de etapa rompepiernas. No obstante, de nuevo la recompensa por el esfuerzo es poder contemplar una estupenda panorámica.
En A Fontaneira admiro un bonito hórreo con el tejado de paja, que parece muy antiguo, y también curioseo el cementerio a las afueras del pueblo. Faltan por recorrer menos de 5 km hasta O Cádavo pero se me hacen un poco largos. Cada vez hago paradas para descansar más frecuentes aunque, por suerte, el resto de la etapa ya es en cómodo descenso casi todo el tiempo.
La ruta atraviesa un pinar y después baja hasta la carretera continuando junto a ella un rato. Después se desvía y sigue por una pista una larguísima recta, cruzando una meseta desarbolada donde se dice que el rey Alfonso II batalló contra los musulmanes. En esta zona hay árboles recién plantados posiblemente después de un incendio. Finalmente llego por fin a O Cádavo (Baleira) cuando son las 18:30 horas.
En el albergue de O Cádavo
El albergue público está justo a la entrada del pueblo. No parece haber nadie pero casualmente al cabo de un minuto llega la hospitalera en su coche.
Las instalaciones son grandes aunque me resultan poco acogedoras. Apenas hay ventanas y parece un bunker. Hay una gran cocina, el mobiliario parece un poco viejo y, en cierto modo, me recuerda totalmente al hotel de El Resplandor. Me doy cuenta de que seguramente voy a pernoctar yo solo puesto que no me he encontrado con ningún peregrino en todo el día y escojo una cama al fondo del dormitorio más alejado de la entrada.
La hospitalera se marcha una hora después y, como no ha llegado más gente, me quedo a solas. El lugar da un poco de mal rollo. Incluso los baños no invitan a permanecer mucho tiempo en ellos y el agua sabe a óxido. Por otro lado, los albergues no se cierran por la noche así que pienso que podría entrar cualquiera que quisiera. Hay muchísimo silencio aunque de vez en cuando también se oyen unos extraños crujidos, creo que procedentes de las literas. Ha anochecido y afuera todo está muy oscuro.
Decido no salir a cenar, en parte porque estoy cansado pero también porque me entra un poco de paranoia pensando que me puede ver alguien con malas intenciones y se percate de que estoy solo en el albergue. No es muy probable y me parece algo exagerado mientras escribo esto, pero esas son las sensaciones que tengo en ese momento y en ese lugar. Echo de menos la compañía de otros peregrinos.
Me introduzco muy pronto en el saco de dormir. Tengo la intención de marcharme cuanto antes por la mañana.
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