Camino Primitivo. Etapa 9. O Cádavo - Lugo. 30 km.
La novena jornada en el Camino es una de las etapas más largas y recorre el bonito entorno rural de la capital lucense.
Esta es la crónica de novena etapa recorriendo el Camino Primitivo a Santiago de Compostela. Puedes consultar los posts del resto de etapas. Suscríbete gratis para recibir las publicaciones en tu email y no perderte ninguna. Si te gusta el blog y quieres apoyarlo puedes hacerlo invitándome a un café. ¡Gracias por leer!
Curiosamente la solitaria noche en el “albergue El Resplandor” de O Cádavo es una en las que mejor y más horas duermo de lo que llevo de Camino, supongo que debido al cansancio de la jornada de ayer.
Me levanto y pongo a cargar el móvil en el enchufe del secador de manos del baño ya que no encuentro ningún otro. La ausencia de enchufes en los albergues públicos es algo bastante habitual y un asunto que debería corregirse. Mientras se carga me ocupo con el cuidado rutinario de pies y después recojo rápido todo el equipaje.
Antes de abandonar el albergue reservo una habitación de hotel en Lugo para disponer de un lugar más agradable donde pasar la próxima noche. Era algo que ya tenía pensado de todas formas ya que me apetece un cambio y no me atrae la idea de pernoctar en un albergue de ciudad.
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De O Cádavo a Castroverde
Es 13 de marzo de 2024. Desayuno en un bar cercano, donde la amable mujer que lo atiende me prepara también un gran bocadillo para almorzar durante la etapa. En O Cádavo (capital del municipio de Baleira) no hay demasiado que ver así que enseguida me pongo en marcha. Aún no son las 09:00 h. Hoy espera una etapa larga de casi 30 km destino Lugo, con diferencia la población más grande del Camino Primitivo (aparte de Oviedo y Santiago, claro).
Es otro día muy soleado, como ayer. Los primeros dos o tres kilómetros discurren sin mucha historia por pistas anchas de asfalto y de tierra, en ascenso pero cómodas. Se llega entonces a una bifurcación en la que el peregrino puede elegir si tomar una variante. El camino “oficial”, a la izquierda, pasa por Vilalle mientras que la ruta alternativa atraviesa por Vilabade. Me decido por esta última porque, aunque es algo más larga, tiene pinta de ser más bonita.
La pista sigue en ligero ascenso y pronto el paisaje se abre a la izquierda permitiendo ya ver a lo lejos la ciudad de Lugo en una gran explanada. El cambio en el paisaje respecto a jornadas anteriores es notorio. Atrás quedaron las montañas.
Más adelante hay otra bifurcación, se toma la pista de la izquierda y se comienza a descender. Después de caminar por un bosque de pinos llego a la ermita de la Virgen del Carmen, del siglo XVII. Es un buen lugar para descansar un poco ya que hay zona de merendero con mesas y una fuente en la que recargar la cantimplora.
Continúo bajando, ahora sobre asfalto, hasta Vilabade donde hay una magnífica iglesia, la de Santa María, con un gran pórtico. La llaman “la catedral de Castroverde” y con razón ya que impone bastante por su majestuosidad, considerando que está situada en un pueblo tan pequeño.
El siguiente tramo discurre por carretera hasta Castroverde, entre verdes prados bañados por el sol. Hace un día estupendo para caminar. A la entrada de la capital del municipio se encuentra el albergue, junto al cuál hay un enorme tronco, lo que queda de lo que debió ser un espléndido árbol.
De Castroverde a Lugo
Castroverde es relativamente grande y muchos peregrinos lo eligen como final de etapa. Como paso junto al ayuntamiento aprovecho para sellar la credencial, ya que es posible que no pueda hacerlo después al no haber apenas servicios a partir de aquí. En un parquecillo anexo hay una curiosa escultura de un oso tallado en madera.
Los siguientes kilómetros son variados. A ratos se va por asfalto y a ratos por alguna pista delimitada por antiguos muretes de piedra cubiertos de musgo. Se atraviesan prados y algún bosquecillo. La ruta es cómoda y en ligero descenso la mayor parte del tiempo. De vez en cuando hay que encarar alguna cuesta pero sin gran pendiente.
Antes de llegar a Souto de Torres, me encuentro con una antigua iglesia en la que el cementerio se ha construido alrededor de la misma, y no a a un lado o detrás como es habitual en otras partes. Nunca lo había visto pero es algo típico aquí en Galicia y descubriré muchas otras similares en los próximos días.
En Souto un perro sale a mi encuentro desde una de las casas. Me pongo en guardia, como siempre en estas situaciones. En Galicia muchos perros ladran a mi paso desde los patios de las casas, más que en Asturias. Algunos parecen realmente fieros y es mejor alejarse sin detenerse pero este, sin embargo, es amistoso y de hecho me acompaña durante un buen rato. Se adelanta y se detiene para esperarme varias veces como si me estuviera guiando por el Camino. Al cabo de unos minutos parece que ha llegado al límite de sus dominios y comienza su regreso. Le llamo para hacerle alguna carantoña pero se asusta y se aleja.
La ruta sigue llaneando, casi todo el rato por asfalto. Discurre a través de un entorno rural que tal vez no deja grandes historias para el recuerdo pero por el que es agradable pasear. Además siempre hay pequeños detalles o encuentros en el camino de los que disfrutar: unos divertidos espantapájaros que sonríen al peregrino o un grupo de gatitos que holgazanea a la sombra junto a una casa abandonada. Uno que apenas es un cachorro sale a mi paso y se deja acariciar.
En Soutomerille existe de nuevo la opción de tomar una desviación alternativa, que al parecer permite visitar alguna iglesia cercana, pero esta vez tomo el camino oficial que es más corto. Se continúa por pista hacia Gondar y se pasa junto a una laguna que cuenta con unas instalaciones básicas (mesas, columpios) para el veraneo. No hay nadie, el verano aún queda lejos.
Desde Gondar se asciende un poco por un tramo algo incómodo de unos dos kilómetros de carretera sin arcén, entre prados de un verde intenso, hasta llegar a una cantera para luego bajar de nuevo por una senda algo embarrada que desemboca en la LU-350. Es una carretera más transitada ya que sirve de entrada a Lugo y se va junto a ella por el lateral durante un par de kilómetros.
Me detengo para descansar a la sombra en un pinar. Son casi las 4 de la tarde y ya se empieza a notar bastante la distancia recorrida. Además no me queda mucha agua y no he visto ninguna fuente desde hace tiempo (en Gondar había una pero un cartel advertía de que no era potable y he preferido no arriesgarme). Hace calor, relativamente, así que voy a tener que ir racionando el agua con cuidado.
Más adelante la ruta se separa de la carretera para ir por una zona más tranquila y bonita, alejada del tráfico. Paso por A Casas da Viña y algunos vecinos me desean buen camino; la gente en general es muy amable. Hay por aquí muchos pastos cercados por bonitas lajas de pizarra, como en gran parte de Galicia, o al menos de lo que he visto hasta ahora. Me de la sensación de que la mayoría están abandonados, que no han sido utilizados en mucho tiempo.
Sigo por pistas de tierra y empiezo a cruzarme con numerosos paseantes y ciclistas, disfrutando del buen tiempo. Se escucha cada vez más cerca el ruido del tráfico por lo que sin duda estoy aproximándome ya a la ciudad.
Atravieso dos carreteras muy transitadas por sendos puentes y poco después me encuentro un precioso caballo blanco y marrón atado a unos metros de la ruta, junto a las ruinas de un viejo cuartel. Me observa con curiosidad. Parece estar totalmente fuera de lugar.
Por enésima vez, el último tramo de la etapa se me hace más bien pesado. Tengo las piernas cansadas y los pies doloridos a lo que hay que añadir la sed ya que he agotado mi reserva de agua. La entrada a Lugo se hace por una larga bajada en una zona residencial. Al final se llega al barrio da Chanca y se cruza el río del mismo nombre por un puente de piedra. Desde aquí hay unas bonitas vistas en las que destaca el viaducto que sirve de paso elevado para el tren.
Un poco más adelante hay una fuente la cuál, según indica un cartel, alivió la sed de los peregrinos durante muchos años, pero ahora está seca así que no aliviará la mía. Los últimos metros de la jornada hay que caminarlos, cómo no, en subida. Hago mi entrada en Lugo cuando son cerca de las 18:00 horas.
Final del día en Lugo
Me dirijo hacia el hotel en el que he reservado habitación, el cuál por suerte no se encuentra demasiado lejos. Resulta extraño volver a estar en una ciudad grande después de bastante tiempo. Me reencuentro con el casi olvidado ruido de los coches, cláxones, sirenas de ambulancias, obras… También con el constante movimiento de gente yendo y viniendo, personas caminando sin alzar la vista del teléfono móvil, grupos de chavales hablando a voz en grito… Las peculiaridades propias de las ciudades me resultan curiosas e incluso un poco estresantes tras tantos días en el Camino Primitivo, casi siempre solitario y tranquilo.
Llego al hotel unos minutos después, un poco renqueante y sediento. El alojamiento no es nada del otro mundo pero sin duda es más acogedor que el de la pasada noche.
Descanso en la habitación durante unas horas y, ya caída la noche, salgo a cenar. Me apetece algo sencillo aunque en los bares cercanos no tienen nada caliente así que empiezo a caminar buscando algún sitio y acabo en la parte vieja de la ciudad. De este modo contemplo por primera vez las imponentes murallas romanas.
Continúo buscando restaurantes o bares por el centro, que parece bonito pese a que algunas calles están en obras, pero no encuentro nada que me convenza. Estoy caminando demasiado, seguramente mañana pagaré este esfuerzo extra. Al final me doy por vencido y acabo en una Domino´s Pizza. Después de una dura jornada, la cena me parece mejor que la de un restaurante con estrellas.
Ya de vuelta en el hotel me acuesto pronto y el sueño me vence enseguida. Ha sido otra larga jornada en el Camino. No ha habido encuentros con otros peregrinos ni grandes aventuras y es que el Camino, como la vida, a veces también tiene algunos días más anodinos. Pero sigo disfrutándolo igualmente, que es lo importante. Mañana será otro día.
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