Camino Primitivo. Etapa 10. Lugo - San Romao da Retorta. 18 km.
La décima jornada en el Camino es una de las más cortas pero discurre demasiados kilómetros sobre asfalto.
Esta es la crónica de la décima etapa recorriendo el Camino Primitivo a Santiago de Compostela. Puedes consultar los posts del resto de etapas. Suscríbete gratis para recibir las publicaciones en tu email y no perderte ninguna. Si te gusta el blog y quieres apoyarlo puedes hacerlo invitándome a un café. ¡Gracias por leer!
14 de marzo de 2024. Tras una noche en la que he descansado bastante bien, por la mañana desayuno frugalmente en la habitación del hotel, aprovechando algunas provisiones que me quedan en la mochila. No quiero perder demasiado tiempo desayunando en un bar ya que me he levantado algo tarde y mi intención, antes de comenzar la etapa, es ver un poco la ciudad de Lugo.
Tras abandonar el hotel compro bastante comida en un supermercado cercano ya que no sé cuándo podré hacerme con más, puesto que aún no tengo claro donde voy a pasar la próxima noche. En Ferreira es muy posible que todos los albergues estén cerrados todavía y As Seixas está muy lejos, así que la opción más probable es quedarme en San Romao.
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Visito la parte vieja de la ciudad. Toda esta zona es muy bonita y cuidada (a diferencia de lo que está fuera de las murallas que me ha parecido bastante más feo, al menos lo que yo he visto). Me acerco a la oficina de turismo, donde me sellan la credencial, y continúo el paseo por la catedral, la plaza mayor, la parte superior de las murallas…
Hay numerosos grupos de turistas y gente paseando o haciendo running. Las murallas se ven muy bien conservadas para tener tantísimos años y me apetecería recorrerlas pero no tengo tiempo para más. Son ya las 11:00, así que es hora de retomar la ruta. Pienso no obstante que Lugo merece una visita más larga en una próxima ocasión.
De Lugo a O Burgo
Faltan 100 kilómetros exactos para llegar a Santiago de Compostela. El recorrido hoy comienza bajando hasta el río Miño, el cuál se cruza sobre un gran puente de origen romano aunque ha sufrido numerosas reconstrucciones. La estatua de un soldado romano hace guardia en la entrada y el río baja caudaloso. El Miño es uno de los grandes ríos de la península que me faltaba por ver así que este es otro pequeño hito en el camino.
Ya al otro lado del río se va un rato cerca del margen, al lado de un club deportivo privado, y se empieza a salir de la ciudad por una zona residencial. Hay grandes chalets, algunos con perros amenazadores que se encaraman a los muros, aunque también algunas casas con animales: adorables corderitos o gallinas sueltas junto al camino. Ando por la carretera o al lado de ella y paso al lado de un monolito en memoria de algún peregrino.
El día es bastante gris y oscuro y, aunque de vez en cuando se quiere abrir algún claro, predominarán las nubes todo el tiempo. Camino junto a la bastante aburrida LU-P-2901 por un sendero lateral durante unos 5 largos kilómetros.
Por esta zona el paisaje es bastante monótono, campos y algunas casas desperdigadas, y más llano que nunca hasta ahora. Aún así de vez en cuando se deja ver alguna panorámica atractiva en este entorno de prados y bosques. Se ven algunos montes en la distancia.
De repente, poco después de Seoane, se acaba el sendero junto a la carretera y hay que andar directamente por ella, sin arcén y sin apenas cuneta. Se hace necesario extremar la precaución por el tráfico pero, salvo por los vehículos que pasan de vez en cuando, no me cruzo con nadie. Toda esta zona da la sensación de estar como vacía y medio abandonada.
La carretera va subiendo y bajando, con pendientes ligeras. A pesar de no llevar muchos kilómetros tengo ganas de hacer un alto. Cerca de O Burgo encuentro una pequeña área de descanso con una fuente y una mesa de piedra junto a un riachuelo pero no se puede permanecer en ella porque está todo inundado.
Por suerte un minuto más adelante, ya en el pueblo, han instalado una zona de descanso con máquinas de vending en el bajo de una casa. También cuenta con mesas, fregadero y un baño. En Galicia se pueden ver varias como esta a lo largo del Camino. Suelen situarse en pequeñas poblaciones en las que no hay nada más pero que aprovechan el flujo de peregrinos para ofrecer este servicio. En algunas ocasiones incluso tienen microondas. No compro nada pero la utilizo para ir al baño y descansar un rato. También dejo un pequeño donativo en un caja que hay destinada a ello, para contribuir al mantenimiento ya que me ha venido muy bien este sitio.
De O Burgo a San Romao
La ruta continúa por la misma carretera. Más asfalto. Todo parece un poco lúgubre, una sensación que tal vez se ve aumentada por lo gris que está el día. Paso junto a una casa en la que hay un enorme árbol centenario, todavía sin hojas. Las señales que indican los nombres de las poblaciones cercanas están tan descoloridas y oxidadas que también parecen centenarias.
Por alguna razón la carretera se ensancha dejando espacio para dos carriles pero se vuelve a estrechar apenas un poco más adelante. En un momento dado se acerca un camión grande por detrás de mí y me aparto un poco hacia un lado por seguridad para dejarle pasar. Al hacerlo me apoyo en el talud lateral de la cuneta y sin darme cuenta coloco la mano sobre unas ortigas. Naturalmente enseguida siento mucho dolor. Además, el camionero ni siquiera saluda en señal de agradecimiento cuando me adelanta. La verdad es que me estoy cansando un poco de la carretera. Sin duda está siendo la etapa más aburrida hasta ahora y, en mi opinión, está mal configurada. Seguramente podría discurrir por zonas más agradables y menos peligrosas.
Por suerte, el dolor causado por las ortigas se mitiga pronto y por fin, más adelante, la ruta se aparta brevemente del asfalto, y se transita por una senda. Aunque esta embarrada se agradece el cambio y aprovecho que hay algo de espacio donde sentarme para descansar y comer un poco. En un prado cercano una mujer lanza voces a sus vacas. Es la primera persona que veo desde hace mucho rato.
Retomo la marcha y en pocos minutos alcanzo Bacurín donde hay una fuente potable en la que lleno la cantimplora por si acaso, para evitar los problemas con la escasez de agua que tuve ayer. Se pueden ver aquí algunos hórreos muy viejos. Los hórreos gallegos, tan diferentes de los asturianos, resultan muy interesantes. Los hay de distintos estilos: de madera, de ladrillo, pintados… Algunos parecen bastante nuevos y otros están desvencijados. Me gustan y no me canso de fotografiar la mayoría de ellos.
El camino continúa después por una pista casi siempre embarrada pero al menos discurre entre bosquecillos. A los lados se ven antiquísimos troncos de árboles cubiertos de musgo y vegetación. Se cruza también por encima de algún riachuelo. Por fin un poco de naturaleza en el día de hoy, ya se echaba de menos.
Sin embargo este tramo no dura demasiado y de nuevo se vuelve a la carretera, la cuál parece que ha sido asfaltada hace poco y es una de las escasas señales de modernidad que se ven en el entorno. Cruzo por un pueblo llamado Hospital, cuyo nombre me trae recuerdos de la etapa en la que Jaime y yo tuvimos que soportar una tormenta de nieve. No ha transcurrido ni una semana de aquello y, sin embargo, ya parece un recuerdo lejano que me hace sentir cierta nostalgia.
Tres kilómetros más y llego a la localidad de San Romao da Retorta. Entrando al pueblo, a un lado de la carretera se pueden ver los tocones de unos grandes árboles talados recientemente y más adelante un antiguo molino junto a un riachuelo que cae en un pequeña pero bonita cascada.
La aldea, con muy pocos habitantes, está formada por apenas un puñado de casas. Rodeo la iglesia, situada dentro del cementerio, y un poco después paso junto a la réplica de un milario romano del siglo I que se encontraba ubicado en las cercanías.
Bajo por una pista hacia donde se encuentran los albergues. Empieza a lloviznar, una vez más cuando me quedan apenas minutos para finalizar la etapa. El albergue O Candido, del que hablan bien en internet, está cerrado. Parecía una buena opción. Cruzo los dedos para que el albergue público, a un par de minutos, esté abierto porque si no estaré en problemas. Me encuentro un poco cansado para llegar hasta Ferreira, creo que pagando los excesos de ayer, aunque la etapa haya sido corta.
Por suerte el albergue de la Xunta está abierto y el hospitalero se encuentra en su interior, algo que no siempre sucede (a menudo hay que llamarles por teléfono, al menos ahora en temporada baja). Son las 16:45 horas.
En el albergue de San Romao
El hospitalero, un hombre de mediana edad muy majo, me hace el registro y me muestra las instalaciones. El albergue es una casita de una planta. Es pequeño, hay solo doce camas y una cocina, pero acogedor. Los baños están afuera y cuando salimos para abrir la puerta de los mismos observamos que rondan por allí dos grandes mastines a unos veinte metros. El hospitalero les lanza unos gritos para que se vayan. “Vienen de una casa de ahí arriba” comenta, y después añade “cada vez SE ACERCAN MÁS”. Frase que, naturalmente, me transmite una notable inquietud puesto que seguramente pasaré de nuevo la noche yo solo.
Elijo una litera y me voy instalando. Empieza a llover con fuerza afuera así que descarto salir a cenar algo en la taberna que hay más arriba en el pueblo. Prefiero descansar y tomo algunas de las provisiones compradas por la mañana. Charlo un rato con el hospitalero quien se queda hasta eso de las 20:30h pero no viene ningún peregrino más. Antes de irse me deja las llaves para que pueda cerrar por dentro durante la noche, lo cuál es un alivio. Se marcha y me quedo yo solo otra vez en un albergue.
En el interior hace calorcito, hay radiadores encendidos, y solo se escucha el sonido del gotear del agua de lluvia entre los recovecos del techo. Es muy confortable. No ha sido la jornada más memorable pero no ha terminado nada mal. Hace dos días pernocté en un albergue un poco siniestro, ayer en un hotel de una gran ciudad, hoy en una acogedora casita en una pequeña aldea. Mañana quién sabe, el Camino es tan diferente cada día...
Me dispongo pronto para dormir. Me gusta tener la casita para mi solo pero también echo de menos la buena compañía en los albergues al finalizar las etapas, como durante la primera semana. Por tercer día consecutivo no me he encontrado con otros peregrinos. El Primitivo es un camino bastante solitario, por lo menos en esta época, ideal para el caminante que busca tranquilidad y recogimiento. Mañana llegaré a Melide, ya en el Camino Francés, y todo será muy diferente.
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