Camino Primitivo. Etapa 5. Borres - Berducedo (por Hospitales). 24 km. 2ª parte
La parte final de la quinta etapa se convierte una larga y costosa caminata bajo la lluvia, el frío y la oscuridad.
13:45. La tormenta ha disminuido su intensidad y ya no nieva tanto, así que decidimos abandonar nuestro refugio en las ruinas del Hospital de Fonfaráon. El viento, no obstante, sigue siendo muy fuerte y levanta la nieve caída contra nosotros. Además se ha acumulado muchísima en algunas partes y, a menudo, nos hundimos hasta las rodillas. Comenzamos un lento y arduo caminar por una zona muy expuesta hacia el Alto de la Marta. Primero sube durante un trecho y luego por fin empieza a bajar.
Anterior: Etapa 5. Borres - Berducedo (1ª parte)
En condiciones normales se transita por una pista bastante cómoda y sin excesivos problemas pero no nos encontramos en condiciones normales. No se distingue apenas donde termina la pista y empieza la cuneta ni se aprecian las irregularidades del suelo hasta que te hundes en ellas. Yo me caigo unas tres o cuatro veces y Jaime unas siete u ocho. Suerte que ha conseguido hacerse con el palo antes de comenzar la subida, de lo contrario no sé como lo hubiera logrado.
Hacia las 14:20 alcanzamos la laguna de la Marta, una pequeña charca cerca de las pocas ruinas que quedan del hospital de Valparaíso. Ha dejado de nevar y por fin la niebla se ha ido despejando. Podemos ver por primera vez una panorámica amplia del lugar donde nos encontramos. La nevada ha dejado un formidable paisaje de montañas blancas a nuestro alrededor.
También se puede ver desde este punto la carretera que baja del puerto de la Marta, la AS-364, a unos doscientos metros. Han pasado las quitanieves y está despejada. Nuestra ruta nos lleva a cruzarla al llegar a dicho puerto pero antes de alcanzarlo el camino se vuelve intransitable. La acumulación de nieve ha creado un tapón en forma de talud en medio de la senda. Tratamos de escalarlo pero es muy resbaladizo (la nieve se está empezando a congelar) y hay peligro de caer ladera abajo.
La carretera está ahora más cerca, transitable y tentadora, por lo que finalmente decidimos bajar hasta ella por la empinada falda de la montaña, campo a través. Minutos después logramos alcanzarla. Desde ese punto se podría volver a subir hasta el puerto de la Marta para retomar el camino pero es imposible saber si habrá otro tapón de nieve más adelante, de modo que comenzamos a descender por el asfalto para dar un rodeo hasta el puerto del Palo, abandonado así definitivamente la ruta por Hospitales.
Subiendo al Puerto del Palo
En la carretera me siento más tranquilo. Este rodeo supone hacer más kilómetros pero también aporta mayor seguridad. Sigue haciendo mucho frío y me duelen terriblemente las plantas de los pies pero al menos las vistas son preciosas.
Tras más o menos una hora de bajada serpenteante la AS-364 termina en la carretera que sube hasta el puerto del Palo. En el cruce una señal indica que la distancia a Berducedo (el final de la etapa) es todavía de 18 kilómetros. ¡18 KILÓMETROS!
El cambio de carretera supone comenzar a ascender de nuevo. A los dos o tres kilómetros nos cruzamos con el ramal del Camino que viene desde Pola de Allande. Podríamos tomarlo y subir por él hasta lo alto del puerto, atajando así un buen trecho, pero está embarrado, con nieve y tiene mucha pendiente, por lo que apenas lo tenemos en cuenta y continuamos por la carretera. Nos sentimos cómodos en ella después de lo que hemos soportado.
La subida hasta el puerto se hace lenta y pesada, pero vamos charlando de forma animada y aprovecho para comer algo mientras caminamos. No circulan apenas coches aunque sí nos adelantan un par de quitanieves.
Alcanzamos por fin el puerto del Palo (1146 m) hacia las 17:20 h, más de dos horas después de dejar la ruta de Hospitales. No me explico como ha pasado tan rápido el tiempo. No llueve ni nieva pero el cielo está muy oscuro. Calculo que tendremos luz como mucho hasta las 20 h y Berducedo aún queda lejos.
Pasamos junto a un refugio, uno similar nos hubiera venido muy bien unas horas antes, y dudamos de si continuar por el Camino, en bastante mal estado, o por la carretera. Vemos las huellas en la nieve de otros peregrinos, entre ellas unas enormes de la talla 48 o más. Nos han hablado de un alemán que anda por ahí al que llaman “el gigante” pero no le hemos visto nunca. Finalmente, nos decantamos por seguir en el asfalto y comenzamos, al fin, a descender.
Al cabo de un rato, hacemos un descanso en un amplio mirador con mesas. Con un tiempo más apacible debe de ser un lugar muy bonito donde detenerse para disfrutar de las vistas pero ahora es un sitio inhóspito azotado por el viento.
De Montefurado a Borres
Un poco más adelante, retomamos, ahora sí, nuestro querido Camino, ya que por el siguiente tramo se puede transitar mejor. Bajamos hacia Montefurado. Es una pequeña aldea, apenas un puñado de construcciones. La única “calle” ni siquiera está empedrada. Las casas con techo de pizarra y los muros de piedra parecen muy antiguos. Como si el tiempo no hubiera pasado, el lugar te traslada a otra época. Está a casi mil metros de altura y antaño las condiciones de vida aquí tienen que haber sido muy duras. No vemos a nadie, el sitio parece medio abandonado, aunque más tarde nos enteraremos de que, al parecer, aún vive un hombre mayor.
Hay también una diminuta capilla muy antigua. Jaime me cuenta la historia de un familiar suyo que hizo el Camino hace más de 30 años y que pasó una noche bajo el techo de la misma. Le hago unas fotos posando delante y después busca alguna piedra que sea bonita, ya que ha prometido llevarle una de recuerdo a su familiar.
Pienso que nos estamos demorando demasiado. Sorprendentemente ha transcurrido más de una hora desde que empezamos a descender del puerto aunque, comprobando el mapa, da la sensación de que hemos avanzado muy poco y queBerducedo aún está desesperantemente lejos.
Nos ponemos en marcha pero el Camino enseguida comienza a ascender por una senda muy embarrada, así que optamos por volver a la carretera. Para llegar hasta ella es necesario dar un pequeño salto desde la cuneta, sin ninguna complicación en condiciones normales, pero en estos momentos se antoja un abismo. Son ya cerca de las 19:00.
Descendemos algo más de 2 km siguiendo la carretera. No tiene arcén y debemos tener mucha precaución con los vehículos que circulan, aunque afortunadamente no son muchos. Durante un buen rato, con las últimas luces del día, disfrutamos de unas amplias vistas hacia las montañas nevadas.
Retomamos el Camino una vez más pero no será mucho tiempo ya que se nos hace de noche definitivamente. Extraigo la linterna frontal de la mochila, que será nuestra luz hasta el final de etapa. Su potencia es limitada, no obstante, así que debemos encontrar la forma de volver a la carretera puesto que puede ser peligroso continuar por el sendero. Lo hacemos en la localidad de Santa María del Lago, donde hay una bonita iglesia y un tejo centenario que apenas llegamos a vislumbrar. Empieza a llover otra vez.
Recorremos otros 4 kilómetros más, los últimos, andando de nuevo por la carretera. Jaime camina delante y yo atrás iluminando con la linterna. Cuando se aproxima algún coche de frente nos detenemos hasta asegurarnos de que el conductor nos ha visto. Llueve a intervalos. Llevo la linterna en la cabeza y su halo de luz ilumina las gotas de agua a pocos centímetros de mis ojos, dándoles cierto aire fantasmal. Cuatro kilómetros en la oscuridad, eternos, irreales, hasta que finalmente llegamos a Berducedo aliviados. Son casi las 21:00 y nuestra etapa ha durado 12 horas. Además hemos recorrido 37 km en lugar de los 24 km previstos.
En el albergue de Berducedo
Por suerte, el albergue está muy cerca. Cuando nos aproximamos vemos a través de los ventanales a Andrés, el otro peregrino catalán. Para nuestra enorme sorpresa, allí está también el brasileño Darío, quien nos ve, nos saluda muy sonriente y se dirige a abrirnos.
En el interior hace calor, algo que no sentíamos desde hacía muchas horas. Me desplomo en un sofá mientras Andrés llama al hospitalero por teléfono. Comentamos las incidencias del increíble día. Ya no nos esperaban y pensaban que igual habríamos retrocedido hasta Pola de Allande. Andrés se encontró también con la tormenta en Hospitales y, aunque no sin dificultades, pudo esquivar la peor parte al haber comenzado antes. Darío nos cuenta que ha subido por la otra ruta, desde Pola, donde ha dormido la noche de ayer (decidió no parar en Borres). Ha tenido que permanecer un rato en el refugio del puerto del Palo.
El hospitalero viene y nos hace el registro en el albergue. No parece excesivamente impresionado con nuestra historia. Al parecer ha visto de todo. A veces han tenido que rescatar a gente allí arriba. Me pone el sello en mi credencial, la cuál está bastante dañada y húmeda. Si no tengo cuidado no va a llegar entera a Santiago.
Estoy hambriento. Por fortuna, Darío ha cocinado pasta y también ha comprado algo de queso. Jaime y yo devoramos la comida agradecidos y sin dilación.
Después de cenar coloco todo la ropa mojada en sillas y tendederos con la esperanza de que se seque durante la noche y, tras una larga ducha, me introduzco agotado en el saco de dormir. Termina así otra jornada en el Camino; un día que difícilmente olvidaremos.
Siguiente: Etapa 6. Berducedo - Grandas de Salime
Recomendaciones de material para senderismo y consejos:
Si te gusta el blog, puedes apoyarlo “invitándome a un café”: