Camino Primitivo. Etapa 11. San Romao da Retorta - Melide. 28 km.
Larga jornada por tierras gallegas para conectar con el Camino Francés, lo que supone el final del Camino Primitivo.
Esta es la crónica de la decimoprimera etapa recorriendo el Camino Primitivo a Santiago de Compostela.
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Amanece la undécima jornada en el Camino Primitivo a Santiago. Cuando me levanto y salgo al exterior del albergue de San Romao en el que he dormido para dirigirme al baño me llevo una sorpresa al abrir la puerta y encontrarme un precioso gatito junto a la entrada de la casa. Me saluda con un maullido. Para mí que se quiere colar dentro así que me aseguro de no dejar la puerta abierta, no sea que después no le apetezca salir.
Desayuno, recojo, cierro todo y dejo las llaves en el lugar que me indicó anoche el hospitalero, ojo avizor por si andan cerca los perros que aparecieron ayer, aunque por suerte no hay rastro de ellos. El gatito continúa cerca de mí, se mete entre mis pies, juguetea con mi bastón y me sigue durante unos minutos como si deseara venirse conmigo.
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De San Romao da Retorta a Vilouriz
Hoy es 15 de marzo de 2024. Emprendo la marcha cuando son las 08:45h, uno de los comienzos de etapa más tempraneros de todo el viaje. Encaro la última etapa larga, casi 30 km. También se trata del último día en el Camino Primitivo ya que el destino es Melide, donde se alcanza el Camino Francés. Es, por tanto, el final de una “era”.
El cielo está bastante cubierto de nubes y hace fresco pero no llueve. El comienzo es más agradable que el de ayer: por pista de tierra y cruzando zonas de bosque. Hay pinos pero también muchas plantaciones de eucaliptos. Demasiados eucaliptos; en Asturias ya se veían grandes extensiones pero en Galicia es un auténtico drama la invasión de este árbol no autóctono.
Camino con frescura y feliz, como en cada comienzo de jornada. El paisaje es ya mucho más llano que en días anteriores, las montañas han quedado atrás. En O Burgo sello la credencial en un bar y compro un bocadillo de buen tamaño para el almuerzo. No llevaba nada de comida porque en San Román no había dónde hacer compras, pero el Camino acaba proveyendo tarde o temprano.
Vuelvo otra vez al asfalto durante un buen tramo, aunque por carreteras rurales, casi siempre entre prados donde pastan algunas vacas. Se ven muchos bonitos hórreos, cruceros de piedra, más iglesias con el cementerio alrededor… Tal vez debido a lo oscuro que está el día, todo parece más lúgubre y solitario incluso que ayer.
Sin embargo, me va gustando este entorno. Disfruto del olor de los fardos de heno, de la soledad y el silencio. Las campanas de la iglesia de O Pacio rompen repentinamente esté último al dar las diez de la mañana justo a mi paso, lo que supone un pequeño sobresalto. El ambiente tiene algo de mágico.
La ruta me lleva otra vez a la carretera LU-P-2901, vieja conocida del día de ayer, que conduce a Ferreira. Apenas parece haber unas cuantas casas de piedra ennegrecida, algunas de ellas en ruinas, un par de albergues cerrados, señales de tráfico muy deterioradas, un viejo cartel de Firestone, una vaca solitaria en un prado, un pequeño puente sobre un arroyo que dicen que es romano, ni una sola persona… Quizás en temporada alta sea diferente pero ahora la sensación es de que a Stephen King le encantaría este lugar.
De nuevo se va pasando por pequeños pueblos, alternando pistas de tierra, veredas y asfalto. En San Xurxo se encuentra una bonita fuente con una imagen de Santiago y un puentecito de piedra sobre un arroyo que desciende con fuerza. Hay unas mesas así que decido que es un buen lugar para hacer un descanso escuchando el relajante sonido de la corriente de agua.
Después se deja atrás Montecelo y Merlán. Por el camino, más iglesias, cruceros de piedra y hórreos, no me canso de fotografiar estos últimos. En la localidad de As Seixas, hay un par de albergues con buena fama.
Un poco más adelante, a la altura de Cascamiño, el camino empieza a ascender hacia unas peñas. Es la primera cuesta importante después de muchos kilómetros sin grandes desniveles y las piernas lo notan un poco. El paisaje también cambia y, aunque corto, este es un un tramo más montañoso, alejado de pastos y edificaciones. Es seguramente la zona con más naturaleza y menos humanizada por la que ha discurrido el Camino en estos últimos días y se agradece mucho caminar por aquí.
A continuación se emprende una pequeña bajada hasta O Hospital das Seixas, donde antiguamente había un hospital de peregrinos, de ahí su nombre. Ahora existe un área de descanso y una fuente. Se vuelve a subir otra vez sobre asfalto unos minutos hasta alcanzar lo alto de la Sierra del Caerón, cubierta en gran parte por una larga hilera de aerogeneradores. Aunque en este momento lo desconozco, porque no hay ninguna señal que lo indique, aquí se encuentra la frontera entre las provincias de Lugo y A Coruña.
De Vilouriz a Melide
Ya en una nueva provincia se baja hacia Vilouriz entre pinares por pista asfaltada. Se atraviesa esta población por una estrecha callejuela entre muros y poco después de dejarla atrás, un cartel indica la presencia de unos petroglifos de la Edad de Bronce con formas de pie en unas rocas a un lado de la senda. Sin embargo, la verdad es que yo no consigo ver nada y tampoco me detengo demasiado ya que me apetece encontrar un sitio para hacer un descanso y comer.
Paro unos minutos después en un rinconcito muy agradable junto a un pequeño puente, un punto donde se unen dos riachuelos. Saboreo los últimos instantes de tranquilidad en el Camino Primitivo. Esta ruta aún permite al caminante disfrutar de la soledad: en los últimos cuatro días no me he encontrado absolutamente con ningún peregrino. Durante las próximas jornadas cambiarán bastante las cosas.
Me pongo de nuevo en marcha y poco después cruzo O Pazo, donde hay estupenda fuente para rellenar la cantimplora junto a la iglesia y su cementerio, y encaro la parte final hasta Melide.
Todo este último tramo, unos 5 ó 6 km, se hace un poco pesado. El paisaje no tiene nada de especial y los últimos kilómetros se recorren, otra vez, por la carretera. No hay arcén y circulan más vehículos de los que me gustarían. La tarde se ha despejado y el sol me pega de frente lo que tampoco contribuye a sentirme seguro.
No obstante, me voy acercando al final de etapa sin incidentes. La entrada en Melide no es demasiado bonita: se camina durante un buen rato entre casas desperdigadas, fábricas y alguna aromática granja de cerdos. Se llega al pueblo siguiendo sobre la acera una larga y anodina calle con bastante tráfico. Finalmente, hacia las 17:30h, alcanzo el centro de la localidad, donde se alza la iglesia de San Pedro.
Tarde-noche en Melide
Encuentro pronto alojamiento, me he decidido por el albergue privado San Antón. Opto por una habitación un poco más cara pero que tiene disponible una cama en la parte de abajo de la litera, ya que estoy cansado y no me veo con ganas de andar subiendo y bajando de una cama superior.
El albergue está muy bien. Las camas incluso tienen su propia cortinilla individual para mayor privacidad y además hay un amplio jardín interior. Lo aprovecho para tumbarme en un hamaca y disfrutar de la puesta de sol mientras se hace la colada en la lavadora.
En la habitación solo estamos dos personas. Charlo con Pepe, un peregrino valenciano que viene caminando desde León. No vuelve a su ciudad hasta el miércoles próximo porque quiere evitar el barullo de Las Fallas. Al conocer que soy de Vitoria me sorprende diciéndome que está estudiando euskera por afición. Tras varios días seguidos sin cruzarme con otros peregrinos, se agradece tener un rato de conversación.
Más tarde, ya anocheciendo, salgo a dar un pequeño paseo y a cenar. Melide, unos 7.400 habitantes, ya se nota un pueblo muy diferente a los otros en los que he pernoctado hasta ahora: hay mucho ajetreo y cuenta con numerosos comercios y hostelería orientada al turismo. Aún así no me resulta demasiado agobiante, tal vez porque es el comienzo de la temporada. Me siento a gusto y además ceno bastante bien, y a buen precio, en el restaurante A Fabrica do Camiño.
Termino de esta forma el trayecto que corresponde estrictamente al Camino Primitivo. Mañana comienza el Camino Francés, una nueva fase, la última, de este inolvidable viaje hasta Santiago de Compostela.
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Siendo peregrino que aprecias el Primitivo, no deberías considerar que el Primitivo se junta al Camino Francés, todo lo contrario.... es el Francés que se junta al Primitivo. ¡Un abrazo y buen camino!