Camino Primitivo. Etapa 12. Melide - Arzúa. 14 km.
Ya en el Camino Francés, la etapa más corta del viaje contrasta de forma muy notable con las recorridas hasta ahora, por la afluencia de peregrinos.
Esta es la crónica de la decimosegunda etapa recorriendo el Camino Primitivo a Santiago de Compostela.
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Es 16 de marzo de 2024. Hoy comienza la fase final de mi Camino Primitivo. Voy a seguir llamando así a mi recorrido hasta Santiago pese a que me encuentro ya en Melide, oficialmente en el Camino Francés, porque esta ruta continúa siendo la original, la que se supone que recorrió el rey Alfonso II el Casto. Además es un nombre al que ya me he acostumbrado y que me apetece utilizar hasta el final.
La ropa lavada ayer se ha secado bien gracias a los radiadores, lo cuál me ahorra preocupaciones para afrontar los últimos días ya que no tengo intención de hacer más lavados. Desayuno sin prisas en la cafetería del albergue. Pepe, compañero de habitación esta noche, se ha marchado un poco antes.
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De Melide a Boente
Realizo algunas compras de comida en un supermercado y emprendo la marcha hacia las 09:30h de la mañana. Hoy será una etapa de solo 14 km, la más corta de todo el viaje, puesto que pretendo terminar en Arzúa. La otra opción sería caminar más de 30 km hasta O Pedrouzo y ahorrar un día, pero no tengo ni prisas ni demasiadas energías para ello.
El cielo está gris y hace fresco, pero no llueve. Se sale de Melide tras pasar por la capilla del Carmen situada en una pequeña elevación, desde la cuál se puede contemplar una buena panorámica de parte de pueblo. Se baja después hacia una carretera con acera que conduce hasta la iglesia románica de Santa María de Melide. Es del siglo XII o XIII, muy bien conservada y de las más antiguas que recuerdo de todo el Camino.
Continúo ya por una pista rural de asfalto, dejando atrás un lavadero y un curioso hórreo en miniatura,. Poco después, junto a una explotación ganadera, llego a una bifurcación en la que, una vez más, el peregrino tiene la posibilidad de elegir qué variante tomar.
Justo en ese punto alcanzo a una joven peregrina japonesa que estudia el cartel informativo dudando por dónde seguir. Hablo con ella unos instantes, chapurreando ambos un inglés básico. Ha empezado hace unos días en Sarria. Nos preguntamos cuál será la mejor opción. Mirando el mapa parece que el de la derecha se interna más por zonas de bosque, así que es el que yo escojo. Ella se queda de momento atrás aunque después seguirá mis pasos.
Y efectivamente este es un tramo bonito que discurre entre abundantes hayas y robles cubiertos de musgo. También hay que cruzar un pequeño río por encima de unas grandes piedras y, como voy grabando un vídeo con la cámara, casi me resbalo en una de ellas. Mejor la guardo y dejo de hacer el tonto. Inmediatamente después me adelanta un chico joven, aparentemente extranjero, con el que intercambio un escueto saludo.
La ruta sale hasta la carretera junto a la que hay que caminar unos metros pero pronto se vuelve a internar en el bosque. Se pasa junto a un hórreo con las paredes de madera y también hay un merendero junto a un arroyo. En esta parte me adelanta sin saludar un nuevo peregrino empuñando dos bastones y caminando a un ritmo realmente rápido, como si estuviera en una competición.
Alcanzo la población de Boente donde hago un alto en un bar cercano a la iglesia de Santiago para sellar la credencial y aprovecho para tomar una cocacola. Hoy tengo ganas de tomármelo con calma y disfruto de la bebida mientras veo pasar por allí a otro puñado de peregrinos.
Cuando reemprendo la marcha empieza a llover ligeramente así que, tras varios días sin hacerlo, toca de nuevo enfundarse el chubasquero y colocar la funda impermeable a la mochila. Por suerte la lluvia cesa pronto así que, de momento, parece solo un aviso. El cielo permanece muy cubierto.
Se desciende un rato por pistas de tierra, entre arboledas y pastos de un verde muy intenso. Cruzo sobre el río Boente, en uno de cuyos márgenes hay una zona de picnic con mesas y saludo a tres peregrinas que almuerzan en una de ellas. Aún no son ni las 12 del mediodía y ya he visto a más gente en la ruta que sumando los once días anteriores. La diferencia del Camino Francés con el Primitivo se nota ya muchísimo y eso que aún falta tiempo para la temporada alta.
De Boente a Arzúa
Más adelante, antes de llegar a Fraga Alta, aparece una nueva bifurcación en la que hay escoger por donde seguir. Esto empieza a parecerse a los libros de “Elige tu propia aventura” que leía de pequeño. Me decanto por el camino de la izquierda ya que parece que se interna más por el campo y el otro va junto a la carretera atravesando el pueblo. En caso de duda, mejor ir siempre por donde haya más naturaleza.
Poco después hago otra parada para almorzar en una acogedora zona de descanso junto a un riachuelo. Está allí un peregrino joven de los que me ha adelantado antes y observo que ha extendido una tienda de campaña para secar la humedad. No se ven muchos peregrinos cargando con una tienda. Mientras permanezco allí continúa pasando por el lugar un goteo constante de caminantes, entre ellos la joven japonesa.
Continúo unos minutos más tarde, siempre por pistas rurales o forestales amplias y cómodas. El paisaje no cambia demasiado, hay algo de sube y baja sin demasiada pendiente, con tramos que atraviesan bosques y otros en los que se va entre prados con vacas o donde algún hombre se afana con su tractor. Se observan de nuevo más plantaciones de eucalipto, algunas bastante recientes.
Tengo a la vista casi todo el rato a la chica japonesa que camina un poco por delante de mi y algún otro peregrino por detrás no muy lejos. La intimidad de los últimos días ha desaparecido casi por completo.
Se cruza de nuevo una carretera nacional por un puente y se llega a Ribadiso. Aquí hay un bonito puente medieval sobre el río Iso, el cuál baja con bastante caudal. En su orilla se encuentra un albergue en un edificio de piedra antiguo. Tiene muy buena pinta y al parecer fue verdaderamente un hospital para peregrinos en otra época. El jardín está pegado al río y seguro que es un lugar genial para descansar después de una dura etapa. En esta ocasión me atengo al plan de llegar a Arzúa, que está ya a tiro de piedra, pero es una opción muy interesante para pernoctar durante un futuro Camino.
Al poco se pone a llover de nuevo, ahora con bastante intensidad. La entrada en Arzúa, como sucedía en Melide, no es demasiado agradable. Se va casi todo el tiempo por una acera junto a la carretera con mucho tráfico, se pasa a lado de fábricas, gasolineras... Aunque al menos se encuentra un detalle con cierto atractivo en la pared de uno de los primeros edificios del pueblo, la cuál muestra un bonito mural que da la bienvenida al peregrino.
Son las 14:00h, con diferencia el día en que más pronto termino la etapa. Toca buscar albergue. Me apetece dormir de nuevo en uno privado, tras la buena experiencia en Melide, pero todos por los que paso parecen estar cerrados y es necesario avisar por teléfono a los hospitaleros. Llamo a uno pero me responden que tienen todo el alojamiento reservado para un grupo. Dudo de si hacer más intentos con otros albergues pero en ese momento llueve mucho y no quiero dar vueltas, así que finalmente me decanto esta vez por el albergue público, situado a un par de minutos de donde me encuentro.
El albergue se ubica una antigua casona de piedra reformada y la hospitalera que me atiende es muy simpática. El dormitorio es bastante grande, para unas 25 o 30 personas. Cuando me instalo yo no hay todavía mucha gente, pero poco a poco irán llegando más peregrinos y al final estaremos unos 12 o 14. Supone un récord, ya que en todos los demás nunca hemos pasado de cuatro, y es de nuevo un gran contraste con la tranquilidad y la intimidad a la que me había acostumbrado.
Tarde en Arzúa
Un rato después salgo a comer una hamburguesa, que resulta ser bastante mediocre, en un bar cercano pero enseguida vuelvo al albergue porque el tiempo continúa desapacible.
Cerca de mi litera se reúnen, en animada charla, unos cinco o seis chicos jóvenes y una chica. Son de varias nacionalidades: españoles, italianos, argentinos... Creo que vienen desde León y se han conocido por el Camino. Es un grupo que parece ya muy unido y no consigo encontrar la ocasión de intervenir en la conversación.
Tras unas horas de descanso salgo de nuevo a la calle para dar un paseo pero en Arzúa, menos de 6.000 habitantes, no hay demasiado que ver. Salvo la zona alrededor del albergue, el pueblo es apenas una calle comercial dedicada al turismo y poco más. Encuentro una churrería que podría haber sido una buen lugar donde merendar, pero está cerrada por descanso semanal. Extraño día para hacerlo puesto que hoy es sábado.
Pronto empieza otra vez a llover y decido, algo desanimado, regresar al albergue. En el mismo la ausencia de enchufes es alarmante así que no tengo más remedio que cargar el móvil en el único que encuentro libre, en uno de los baños. No quiero pensar en cómo será esto en verano, me imagino hasta peleas por conseguir un enchufe. Es algo que se debería corregir por parte de los responsables.
Chateo por Whatsapp con Jaime que ya ha llegado a Santiago junto al joven alemán que conocimos en Grandas de Salime. Le felicito. Parece que nos separamos hace mil años.
Me encuentro cansado y un poco melancólico. El Camino Francés es tan diferente... La tarde se ha hecho larga; creo que es mejor no terminar la etapa demasiado pronto si después no hay mucho que hacer. Además el tiempo no ha acompañado y las cosas no han querido salir demasiado bien. Pero, en fin, este tipo de experiencias también son el Camino.
Ceno frugalmente y me echo a dormir. En el dormitorio hace mucho calor y ni siquiera necesito el saco de dormir.
Otro día más. Un día menos.
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