Camino del Salvador. Etapa 5. Pola de Lena - Mieres
Jornada corta, casi en su totalidad a través de un entorno urbano; un gran contraste con el Camino recorrido hasta ahora.
14 de octubre de 2024. Mi tren procedente de Oviedo llega a la estación de Pola de Lena alrededor de las 09:15 horas. Hoy voy a recorrer la quinta etapa del Camino del Salvador, ocho días después de haber completado la cuarta. Por tanto, este Camino será diferente al Primitivo: fragmentado, realizando las dos últimas etapas en días separados.
Cada Camino es distinto y se hace como se puede, según las circunstancias. Lo importante es el espíritu con el que uno emprende la marcha y hoy emprendo la jornada con entusiasmo, como si no hubiera existido este paréntesis. Además, la caminata será más cómoda de lo habitual porque llevo a mi espalda una mochila pequeña, cargada con lo justo para pasar el día, y no la querida pero voluminosa mochila del Camino.
Desde la estación de tren me dirijo a la céntrica plaza Alfonso X el Sabio, a pocos minutos, lugar que tomaré como punto de partida de esta etapa. Por las calles veo instalados arcos de luces y, en la plaza, han montado una carpa. Un empleado de limpieza trabaja en el lugar, manguera en mano. Parece que la localidad está en fiestas y que la juerga ha durado hasta hace pocas horas.
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De Pola de Lena a Ujo
La etapa de hoy es muy corta: unos 14 km hasta Mieres. Muchos peregrinos prefieren recorrer de un tirón los aproximadamente 32 km que restan hasta Oviedo, pero yo no tengo prisa y prefiero disfrutar de la ruta con calma.
Después de unos minutos de callejeo por Pola de Lena, se abandona el pueblo y se sigue una carretera de acceso que va junto a la autovía de la Ruta de la Plata. Por ella, veo circular en sentido contrario al mío un convoy de vehículos militares, igual que hace unos días, cerca de la ermita de Santa Cristina de Lena. Curiosa coincidencia, tal vez sean los mismos.
La temperatura es agradable y el cielo presenta, hacia el oeste, un bonito empedrado de nubes. Otro día estupendo para caminar.
Aunque también hay algún prado con animales, este largo tramo por asfalto, discurre en gran parte, junto a una fábrica. Me cruzo con numerosos paseantes, la mayoría en sentido contrario al mío. Parece que han madrugado para dar el paseo y ya están de vuelta. Todos saludan y alguno me desea buen camino. Esto no es siempre habitual en pueblos que tienen ya un tamaño mediano, por lo que se agradece de corazón.
Superada la fábrica, la ruta ofrece dos alternativas para seguir. El recorrido clásico se desvía a la izquierda y, tras cruzar el río Lena, continúa por una carretera sin arcén poco prometedora. La otra opción pasa bajo la autovía y sigue un trazado por una zona de bosque. Por supuesto, escojo esta última. En caso de duda, la naturaleza suele ser la respuesta.
Ya al otro lado de la autovía, se rodea una gasolinera por la parte de atrás, un tramo cubierto en parte por la vegetación pero por el que se puede andar sin dificultad. Luego, se toma una pista de hormigón que sube cuesta arriba; es muy empinada, antigua y está cubierta de verdín. Esta conduce a la pequeña aldea de El Castillo (o Castiello), formada por apenas media docena de casas.
Tras recorrer un centenar de metros por el borde de otra carretera, el camino se adentra en el bosque. El sendero es estrecho y apenas visible al principio. Dejo atrás a las ruinas de unas casas. Aunque el sonido del tráfico de la autovía cercana se escucha en todo el momento, se agradece caminar entre los árboles y los helechos, aunque sólo sea durante un rato.
Pronto la senda comienza una bajada con muchísima pendiente. La primera rampa es tremenda, por lo que desciendo muy despacio, ayudándome con el bastón de senderismo. El camino zigzaguea varias veces, siempre en bajada. No tiene mucha pérdida, pero está bien señalizado.
Al final del descenso, se llanea durante unos minutos muy cerca de la carretera. No parece que esta variante sea muy transitada, ya que la vegetación prácticamente se cierra sobre el camino en algunas zonas. De vez en cuando, las ramas de los arbustos impiden el paso y tengo que apartarlas con el bastón. De nuevo, como ha ocurrido junto a otras carreteras a lo largo del Camino, voy esquivando mucha basura tirada en el suelo: botellas, latas, plásticos, paquetes de tabaco... Ya no sé que decir...
Durante unos cien metros, el sendero discurre pegado a la autovía, separado de ella únicamente por una valla metálica. Los coches y camiones pasan a toda velocidad a muy pocos metros de mí. Hace solo unos minutos me encontraba en el bosque; el Camino cambia todo el tiempo y nunca sabes qué te vas a encontrar detrás de la siguiente curva.
Esta parte no se prolonga mucho y, poco después, el sendero se aleja unos metros de la carretera y desemboca en una pista más ancha. Enseguida se pasa junto a una gran pasarela sobre la autovía: por ella habría venido si hubiera escogido la otra variante, es aquí donde se conectan ambas rutas. Creo que he elegido la opción acertada; ha sido un tramo muy entretenido.
Al llegar a un conjunto de casas, en un lugar llamado Los Tableros, me siento en un banco para hacer una pausa. Se acercan entonces tres gatitos. Dos de ellos se suben al banco y me observan con atención. Tal vez buscan comida, pero no tengo nada para darles. No parece que tengan ganas de jugar ni se dejan acariciar, pero su sola compañía me alegra durante ese rato de descanso.
Me despido de los gatos y, poco después, paso junto a varias naves industriales. Cruzo el río Aller por un puente de madera y, a continuación, bajo la autovía. En este punto, el Aller se une al río Lena, formando a partir de aquí el río Caudal. Me resulta curioso que, en Asturias –al menos en esta zona–, se les dé a los ríos un nuevo nombre cuando dos de ellos se unen, en lugar de considerar a uno como afluente de otro.
Más adelante, consigo ver una garza que se aproxima volando río arriba y se posa sobre una roca de la orilla. Enseguida se eleva de nuevo –tal vez ha notado mi presencia cercana– y se marcha, sobrevolando ágil el cauce a poca distancia del agua. Ha sido una escena breve pero muy bella. Me alegra saber que, pese a tratarse de una zona tan humanizada (con autovías, ferrocarril, fábricas…), la vida salvaje aún encuentra algún espacio.
Apenas unos minutos después, cruzo un puente sobre el río y llego a la población de Ujo (Uxo en asturiano). Con unos 1.500 habitantes, es la localidad intermedia más grande de la etapa.
De Ujo a Mieres
Enfilo por la larga calle principal y me aproximo a la iglesia de Santolaya de Ujo. Sus orígenes se remontan a los siglos XII y XIIl, aunque fue derribada para dejar paso al ferrocarril y reconstruida a principios del siglo XX. Es una iglesia bonita; la decoración y el techo de madera me hacen pensar, por alguna razón, en algún templo de la literatura de fantasía. Parece sacada de Juego de Tronos.
Cuando salgo, un hombre que está junto a la puerta charlando con otro –seguramente el párroco–, me explica dónde me pueden sellar la credencial. En ese momento me doy cuenta de que la he olvidado en casa. Como no voy a dormir en un albergue, no me he acordado de traerla. No es ningún problema pero, aún así, menudo peregrino estoy hecho.
Ujo tiene más cosas interesantes de lo que pensaba. A la salida del pueblo, se puede ver otro edificio llamativo: un antiguo depósito de locomotoras construido en los años 20 del siglo pasado, donde también vivían los empleados del ferrocarril.
Poco después, junto a un polideportivo,hay una zona de recreo con mesas. Es hora de almorzar mientras disfruto del sol de la mañana.
Desde aquí hasta Mieres, final de la etapa, la distancia es de algo más de 6 km que se recorren todo el tiempo por una pista asfaltada junto al río Caudal. La primera parte es muy agradable. Me encuentro con muchos paseantes y runners que aprovechan el buen tiempo: hace calor, más que en ninguna otra etapa.
Poco a poco, me voy adentrando en una zona más urbanizada. El río aquí es muy ancho, aunque en algunas partes apenas alcanza un par de palmos de profundidad. A mi izquierda, se encuentran las vías del tren, y a la derecha, en la otra orilla, se ven urbanizaciones, centros comerciales y polígonos industriales. Lejos quedan la espectacularidad y la tranquilidad de lugares como las Forcadas de San Antón y Pajares.
Llego a la altura de la estación de tren de Mieres y cruzo el río por el Puente de la Perra. El curioso nombre hace referencia, al parecer, a que antiguamente era obligatorio pagar diez céntimos de peseta para cruzarlo, y ese era el valor de la moneda conocida como perra gorda.
Luego, paso bajo la autovía por un oscuro pasaje con las paredes cubiertas de pintadas y, posteriormente, cruzo otra pasarela sobre las vías de una línea de ferrocarril diferente. Tras superar este pequeño laberinto, entro en las primeras calles de Mieres, que en asturiano se llama Mieres del Camín, nombre que indica la importancia histórica del Camino del Salvador para esta localidad.
Callejeo durante unos minutos atravesando la ajetreada zona céntrica –Mieres es ya una pequeña ciudad– hasta la coqueta Plaza del Requexu, enmarcada por algunas casas tradicionales y una curiosa fuente-escultura que representa a un escanciador de sidra. Es un homenaje a uno de los valores más representativos de la región. Son casi las 13:45 horas y he alcanzado la meta de hoy.
Esta ha sido una de las etapas más “extrañas” que he recorrido hasta ahora. No se puede decir que sea bonita, pero estoy satisfecho. Una de las principales razones para andar el Camino, o emprender cualquier viaje, es descubrir y conocer; hoy he conocido una comarca que se caracteriza por su historia industrial y minera. Es mejor caminar siempre con la mente abierta, interesándote por todo lo que se presente en la ruta y aceptando el Camino tal y como es.
Regreso sobre mis pasos hacia la estación de tren, donde cogeré uno que me llevará a Oviedo. En unos días volveré para completar, por fin, la última etapa de este magnífico Camino del Salvador.
Siguiente: Etapa 6. Mieres - Oviedo
Recomendaciones de material para senderismo y consejos para disfrutar de la montaña:
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Íñigo.
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Hola íñigo 😊 Pues a mí me ha gustado esta etapa, supongo que por lo variado... La casa de madera en ruinas de la 6a foto me ha resultado muy intrigante... ¿quién viviría ahí, y cuándo?
Una pregunta por curiosidad, de dónde sacas toda la información sobre los detalles que te vas cruzando? (por ejemplo, el origen del nombre del puente de la perra). ¿De una guía, lo preguntas por ahí, o lo buscas luego en internet?
Se puede ver este tramo de camino de dos formas: ser mas "feo" por encontrarte los pueblos medianos con sus poligonos despues de una curva de bosque o agradecer que aun siendo lugares antropizados el bosque esté aun tan a la mano. Algo de lo que no disfrutamos por aqui.
Las garzas son tambien bastante "todoterreno" y admiten la presencia humana hasta cierto punto habitando en rios bastante urbanizados.