Ruta del Rey Favila, Asturias
Una excursión que combina naturaleza y cultura en el entorno de Cangas de Onís.
Se cuenta que el rey Favila, hijo del legendario rey asturiano Pelayo, terminó sus días, allá por el año 739, tras sufrir el ataque de un oso en los alrededores de Cangas de Onís, al parecer durante una de las cacerías a las que era tan aficionado. Según las crónicas, Favila “no hizo nada digno de la historia” y su reinado duró menos de tres años.
Aunque se le recuerda casi sólo por el encuentro con el oso –al que, por lo que fuera, no le apetecía ser cazado–, existe en Asturias una bonita ruta senderista que conmemora a Favila y recorre la zona donde vivió y murió.
Se trata de un recorrido circular que comienza y finaliza en Cangas de Onís. La mayor parte del trayecto discurre por pistas sencillas que no requieren un gran esfuerzo, con la excepción del tramo final de la subida a el Pico El Arbolín, que se hace por un sendero muy empinado y resbaladizo.
El trazado está bien señalizado en general, con marcas de color azul, ya que se trata de una de las rutas de trail running que parten de la localidad.
RUTA DEL REY FAVILA, CON SUBIDA A PICO EL ARBOLÍN
Localización: Cangas de Onís, Asturias.
Tipo: Circular.
Señalización: Buena.
Longitud: 14 km. aprox.
Duración: 5 h 30 min aprox.
Dificultad: Media.
Track y descripción de la ruta en Wikiloc: Ruta del Rey Favila y Pico El Arbolín
Estos datos son orientativos.
Es una agradable mañana de comienzos del mes de junio en la que hace un tiempo ideal para pasear por los montes. Me encuentro en Cangas de Onís (Asturias) frente a la Ermita de la Santa Cruz, punto de partida del recorrido de hoy.
Esta bonita iglesia prerrománica fue construida por Favila en el 737 para albergar la cruz que Pelayo portó en la Batalla de Covadonga. En su interior aún se conserva un dolmen primitivo, que ya estaba en el lugar mucho antes de la construcción. Aunque ha sido reconstruida en varias ocasiones, me parece un lugar magnífico para comenzar una buena excursión.
Comienzo a caminar y, en un par de minutos, llego al Pabellón Municipal de Deportes desde donde parte el recorrido de trail running TRC-002, cuyas señales y marcas voy a seguir. Poco después, dejo atrás las últimas casas del pueblo y continúo por una pista que bordea el rio Sella.
Es un camino encantador y muy sencillo por una pista junto a las aguas del río, que todos los veranos acoge el famoso descenso en piragua desde Arriondas, unos kilómetros más abajo.
Me cruzo con numerosos caminantes; sin duda, este debe ser un paseo muy frecuentado por la gente de la zona. Aunque aún no hace un excesivo calor, se agradece que la mayor parte de este tramo transcurra bajo la sombra de los árboles.
Después de un par de kilómetros llego a Villanueva. Aquí encuentro una fuente; es una suerte, ya que se me ha olvidado llenar la cantimplora antes de salir y la jornada va a ser larga.
Tras aprovisionarme de agua me aproximo al cercano Monasterio de San Pedro, que también es Parador Nacional. El edificio se erigió, según dicen algunos, en honor de Favila, aunque parece que eso no está confirmado. Lo que se conserva del templo es de época posterior: románico y barroco.
En los capiteles de la puerta sur se representan varias escenas de su vida, entre las cuales destaca el beso con el que se despide de su esposa Froiluba, supuestamente antes de salir a la fatal cacería.
También merecen especial atención los canecillos situados bajo el alero; algunos presentan motivos eróticos, un detalle bastante curioso, si se considera la época de su construcción. Hay varios carteles explicativos y, aunque no tengo mucha idea de arte medieval, el conjunto me resulta muy interesante.
A pocos metros de la entrada se alza un imponente tejo centenario, un árbol que suele encontrarse habitualmente cerca de la puerta de muchas iglesias. También anda por aquí un grupo de escolares acompañados de sus monitores, así que aprovecho para pegar el oído a las explicaciones que les están dando.
En cierto momento, uno de los chicos advierte que hay un alimoche sobrevolando justo por encima de nosotros. Su oportuna observación es de agradecer, ya que probablemente yo no habría sido capaz de identificar a esta imponente rapaz, a la que volveré a encontrar más adelante.
Sigo adelante y dejo atrás al grupo escolar. Durante unos minutos, la ruta avanza junto al río por un tramo precioso, para luego girar 180 grados y adentrarse en el bosque.
Pronto escucho un rugido de motores y, poco después, me topo con varios quads. En Cangas y alrededores es posible alquilar estos vehículos destrozacaminos, y parece ser que en este punto la ruta coincide con una especie de circuito. Supero esta zona prestando atención a los movimientos de los quads y asegurándome de que los pilotos se percatan de mi presencia, por si acaso.
Un poco más adelante, se sale del bosque y, tras una bajada, se vuelve de nuevo a Villanueva por la zona norte del pueblo. Si se quiere acortar la excursión, se puede evitar esta última parte desde el monasterio, ya que, aunque es bonita, se trata de un rodeo.
Tras atravesar el pueblo, me adentro de nuevo en una zona arbolada. Aquí el camino empieza a ascender, y se nota mucho el calor y la humedad en el ambiente. Además hay bastante barro en algunas partes, lo que dificulta un poco la marcha.
Tras un breve descanso, cruzo un arroyo y alcanzo un nuevo pueblo: Llueves. Según la tracición, este es el lugar exacto donde Favila cayó en las garras del oso. Avanzo y paso junto a un hórreo enorme que parece ser también muy antiguo.
Al salir del pueblo, la pendiente se vuelve más pronunciada y pronto se toma una pista que discurre por las faldas de la Peña Lomia. A medida que voy ganando altura, empiezo a disfrutar de unas vistas fantásticas de los valles del Sella y del Güeña, y también de los imponentes Picos de Europa, a lo lejos.
Ya me estoy aproximando al Pico El Arbolín, el cual se alza ante mí y al que voy a ascender. Estoy disfrutando mucho de esta parte de la ruta: la caminata es sencilla y el paisaje, espectacular. Además, ahora sopla una brisa muy agradable, por lo que ya no hay tanta sensación de calor.
Me detengo a charlar unos instantes con un hombre que sube en bicicleta por la misma pista. Parece ser de la zona y habla con entusiasmo de los encantos de esta comarca. No es para menos.
La ruta zigzaguea durante un tiempo por las laderas el monte, cubiertas por un precioso mar de helechos, y se dirige hacia Peña Lomia, donde se encuentra un repetidor de televisión. Sin embargo, antes de llegar allí hay que tomar un sendero muy empinado que parte a la derecha del camino principal. El desvío aparece de repente, y casi paso de largo sin verlo.
Comienza aquí el tramo más complicado de la excursión, tanto por la fuerte pendiente como por el suelo de piedra suelta, que en algunos puntos es muy resbaladizo.
Alcanzo primero una pista donde hay otra antena. Aquí el camino permite un breve respiro, pero pronto viene otra cuesta terriblemente empinada. Me veo obligado a caminar muy despacio y, por momentos, prácticamente a gatas para evitar resbalar y caer hacia atrás.
Finalmente, a trancas y barrancas, alcanzo la cima del Pico El Arbolín, coronada por un pequeño hito de piedras amontonadas. El esfuerzo ha valido la pena ya que, a pesar de su modesta altitud (575 metros), las vistas de 360º son de nuevo impresionantes. Según dicen, si el día está despejado, se puede incluso contemplar el mar a la altura de Ribadesella. Sin embargo, en este momento, las nubes cubren todo el horizonte.
Quienes sí se dejan ver son un par de alimoches que sobrevuelan frente a mí y que, sin duda, también me observan con atención. Realizan un vuelo majestuoso en círculos: es una maravilla y toda una suerte poder contemplarlo. Este lugar es perfecto para descansar y almorzar, mientras se disfruta de la panorámica.
Un rato después, reanudo la marcha. Continúo durante varios cientos de metros por un bonito sendero que realiza un sube y baja a lo largo de la cresta del monte para, finalmente, descender hasta una pista. En este tramo, la pendiente no es tan pronunciada como durante el ascenso, lo que permite andar con mayor seguridad.
Cuando alcanzo la pista de tierra, dudo durante unos instantes sobre qué dirección tomar, ya que se cruzan aquí varios caminos y no veo ninguna señal. Me guío por la lógica y sigo la pista cuesta abajo en dirección a Cangas. Es la decisión correcta: un poco más adelante aparece una de las marcas azules que identifican la ruta.
Atravieso un pinar y sigo bajando durante un par de kilómetros por la pista, que en algunos momentos deja contemplar de nuevo la zona de Cangas de Onís. El descenso no presenta ninguna dificultad reseñable, solo tengo que esquivar un puñado de vacas tumbadas en medio del camino que me observan con indiferencia mientras paso.
Después de conversar con el ciclista, no me he cruzado con nadie más, tal vez porque es día laborable. Camino disfrutando de la tranquilidad y el silencio, el paisaje y la naturaleza que siempre reconforta.
Llego a otro pueblecito: Celango. Aquí el recorrido oficial de la ruta sigue a la izquierda, pasa por Cardes y después vuelve hacia Cangas bordeando el río Güeña. Sin embargo, he cambiado de planes. Empiezo a notar el cansancio –ayer hice otra excursión por la zona de los Lagos de Covadonga– así que decido seguir por la carretera, un recorrido algo más corto.
Camino durante otro par de kilómetros por el asfalto, sin apenas tráfico, hasta desembocar de nuevo en Cangas de Onís. Entro en la población por la parte norte y recorro una larga calle que me lleva al lugar de partida, la ermita de la Santa Cruz, donde doy por finalizada la excursión de hoy.
Me ha parecido una ruta muy entretenida y variada, ya que ofrece al caminante tanto naturaleza como cultura. Además, he podido conocer la historia del rey Favila. Y, afortunadamente, no me he encontrado con ningún oso con malas pulgas.
Cangas de Onís es una histórica ciudad asturiana enclavada en el valle de los ríos Sella y Güeña, a los pies de los Picos de Europa. Fue la primera capital del Reino de Asturias. Es un lugar mágico y lleno de historia por su mezcla única de naturaleza e historia. Destacan el Puente Romano, el cercano Santuario de Covadonga y una rica gastronomía local. Los bosques y montañas de su entorno, atraen a visitantes todo el año.
La Ruta del Rey Favila forma parte de un tríptico de excursiones de diferentes niveles de dificultad, en el entorno de Cangas de Onís: los Senderos de la Reconquista. Las otras son la Ruta del Puentón y la Ruta del Rey Pelayo. En esta última, se sube hasta el espectacular mirador de Següenco.
Cada mes de agosto, las aguas del río Sella acogen a miles de piragüistas en el tradicional descenso desde Arriondas hasta Ribadesella. Varias empresas ofrecen la posibilidad de hacer el descenso del Sella en canoa. Una aventura inolvidable en el precioso paisaje asturiano.
Gracias por leer. ¡Hasta la próxima! 👋
Íñigo.
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Muy bonita y variada ruta y las construcciones medievales norteñas son preciosas. Eso si, las cuestas de piedras sueltas son un suplicio, alguna me he comido en Sierra Nevada 😅
Me sobrecoge este verde y esta vegetación que tenéis en el norte... ojalá podáis disfrutarla eternamente!!!! Buen reportaje!