Ruta de las Foces del Río Pendón, Asturias
Un recorrido a través de un espectacular cañón en la comarca de Nava.
En Asturias se denomina "foces" a los desfiladeros estrechos situados entre montañas, generalmente surcados por algún río y rodeados de elevadas paredes rocosas. Estos paisajes, esculpidos a lo largo de millones de años, suelen destacar por su espectacularidad que sobrecoge al caminante que los recorre.
Entre las foces más bellas del Principado se encuentran las Foces del Rio Pendón, cerca de la localidad de Nava. El sendero homologado PR-AS 45 permite adentrarse en ellas a través de una ruta muy entretenida que discurre por paisajes muy variados: montañas, ríos, bosques y prados.
Ruta de las Foces del Río Pendón
Localización: Fuensanta, Nava, Asturias.
Tipo: Circular.
Señalización: Buena.
Longitud: 9 km. aprox.
Duración: 3 h 30 min aprox.
Dificultad: Media-Baja.
Track y descripción de la ruta en Wikiloc: Foces del Río Pendón (PR-AS 45), Asturias
Estos datos son orientativos.
Es una mañana soleada a principios de febrero y la temperatura es muy agradable; incluso demasiado primaveral para la época del año en que aún nos encontramos. En cualquier caso, es un día perfecto para descubrir una ruta y una zona del Principado todavía desconocida para mí.
Me encuentro a las puertas de la embotelladora de agua mineral Fuensanta, donde comienza la ruta de las Foces del Rio Pendón. La empresa lleva en funcionamiento desde 1846 y aprovecha las aguas del manantial de Fuensanta. Aquí también se conserva el edificio que albergó un famoso balneario, que estuvo en actividad hasta la Guerra Civil. Hasta hace unos años había aquí una fuente, bastante popular entre los senderistas, aunque actualmente no funciona.
El inicio de la ruta es fácil de localizar: cruzo un puente y enseguida, a la derecha, un cartel indica la dirección y comienzo a subir por una pista. En general, la ruta está bastante bien señalizada con letreros y las marcas blancas y amarillas propias de los senderos de Pequeño Recorrido.
Este primer tramo de subida resulta bastante cómodo y me lleva hasta el collado Fornos. Avanzo por una bonita zona de bosque mixto: se ven castaños, hayas, abedules... Todavía es invierno y los árboles no tienen; sin embargo, pero la belleza del lugar sigue siendo innegable, también en esta época.
Camino con el sol de frente. Aún no se ha elevado demasiado sobre el horizonte, lo que me obliga a usar la gorra y provoca también que en las fotos aparezcan reflejos indeseados, desluciéndolas un poco.
Al llegar al collado de los Fornos, paso junto a una fuente bebedero. Giro a la derecha y, desde ese punto, ya se empieza a disfrutar de las primeras vistas panorámicas de las espectaculares foces.
El lugar impresiona, sin duda, como suele ocurrir en este tipo de gargantas, donde uno se siente tan pequeño. La senda, tallada en la roca, discurre a una altura considerable, aunque es lo suficientemente ancha como para no resultar peligrosa. No obstante, siempre es necesario andar con precaución y sentido común en este tipo de terrenos, especialmente si se va acompañado de niños.
Toda la zona es ganadera y, a los pocos minutos, me topo con unas cabras vigiladas por un perro mastín. Me pongo en alerta, ya que siempre hay que tener cuidado en este tipo de encuentros. Lo más recomendable es rodear a los animales manteniendo cierta distancia, sin molestarlos ni correr, y mostrar al perro pastor que no representas ninguna amenaza. Sin embargo, en este caso no hay forma de desviarme pues la senda apenas tiene dos o tres metros de ancho, con una pared de roca a un lado y un barranco de varias decenas de metros de altura al otro.
Me acerco despacio. El mastín no pierde de vista mis movimientos, pero no se mueve ni llega a ladrar en ningún momento, así que paso a su lado y junto a las cabras, sin ningún problema. Al tratarse de una ruta bastante frecuentada, supongo que el animal está acostumbrado a los senderistas. Aún así, en estas situaciones, es fundamental actuar con precaución y retirarse si el perro ladra para advertirnos de que no nos acerquemos.
Más adelante, la senda desciende y el desfiladero se va estrechando poco a poco: las aguas del río Pendón se escuchan cada vez más cerca. Una pequeña cascada, situada justo al lado del camino, nos recuerda cómo el agua ha ido esculpiendo este paisaje a lo largo de incontables años. El bosque comienza a envolverme, y el musgo recubre por todas partes los troncos de los árboles y las paredes de roca.
Alcanzo el punto donde el sendero se acerca a la orilla del río. Permito que me adelante una pareja de senderistas que llevaba unos minutos caminando detrás de mí, y me quedo solo, sumergido en el silencio del bosque, roto únicamente por el rumor de las aguas. Es un lugar perfecto para descansar un rato y almorzar.
De nuevo en marcha, el camino cruza el río en un par de ocasiones, a través dos puentes: uno de madera y otro de piedra, al que llaman Puente Pendón. En este bosque predominan las hayas y los robles. Algunos árboles han ido adoptando formas peculiares a lo largo de sus centenarias vidas, lo que les confiere un aire misteroso. En otoño, esta zona debe ser espectacular.
Tras cruzar el Puente Pendón, comienza una subida de algo más de un kilómetro. Esta zona se conoce como Les Vueltes, ya que el sendero realiza varios zig zags para hacer más llevadera la pendiente, que es bastante pronunciada. El paisaje vuelve a cambiar: los árboles han quedado atrás y, al ganar altura, puedo disfrutar de amplias vistas hacia el bosque y las montañas.
Me detengo cada cierto tiempo para recuperar el aliento, contemplar el paisaje y tomar fotos. Algunos arbustos ya han florecido, a pesar de lo temprano de la época en que estamos. No me he cruzado con ninguna persona desde hace un rato. Disfruto siempre de estos momentos de soledad en los que puedo deleitarme con la naturaleza, toda para mí.
Llego al collado de Boca de la Canal. Aquí el paisaje se transforma de nuevo. Ahora me encuentro en una zona de brañas y pastos de altura, y se escuchan los cencerros del ganado. Desde este lugar, conocido como Mayau Pastor, se inicia el descenso de unos cuatro kilómetros, que conduce de vuelta al punto de partida.
Este tramo final de la ruta, de algo más de una hora, se me hace un poco más monótono, ya que se va todo el tiempo por una pista. Aún así, también ofrece cosas interesantes como el encuentro con vacas o caballos en mitad del camino y las amplias vistas sobre la comarca de Nava. Es una última oportunidad para detenerse y disfrutar con calma del paisaje.
Finalmente vuelvo de nuevo a Fuensanta, el punto de inicio, contento de haber conocido una ruta que, aunque sencilla, es de esas que no se olvidan. Una ruta, además, que me deja con muchas ganas de repetirla en diferentes estaciones, porque seguro que el paisaje cambiará de manera espectacular a lo largo del año.
Con un poco más de tiempo, puedes visitar también el cercano Palacio de la Ferrería, una imponente casa fuerte medieval que destaca por su torre cuadrada. Este palacio albergó en su día una fabrica de armas blancas, de ahí su nombre. Está situado a unos 500 metros del inicio de la ruta.
En Nava se encuentra el Museo de la Sidra de Asturias, donde se es posible conocer la historia y el proceso de elaboración de esta bebida, uno de los productos más emblemáticos de la región. Se ofrecen visitas guiadas e incluso te puedes apuntar a una masterclass para aprender a escanciar sidra.
Otra actividad recomendable en la zona es visitar una granja ecológica de vacas lecheras. En ella podrás conocer el funcionamiento de la granja, aprender a diferenciar las diferentes razas de vacas e incluso probar leche recién ordeñada por ti.
Gracias por leer. ¡Hasta la próxima! 👋
Íñigo.
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Fue como ir caminando contigo.
Que ganas de un paseo como ese! 🫶🏻